Alcaravea en grano - 50 g
No entendemos por qué no existe todavía una plataforma en defensa de la alcaravea. Esta semilla, también llamada comino de prado y emparentada con este, es toda una incomprendida en estas latitudes. Y muy injustamente, ya que su sabor y sus posibilidades culinarias merecerían, a nuestro criterio, mayor fama.
De aspecto a medio camino entre el anís verde, el hinojo y el comino, esta especia comparte propiedades con todas las anteriores: anisada, con un puntito picante y de cualidades digestivas, puede usarse sin problema en sustitución de sus primas hermanas en guisos de judías pintas o en mojos, aunque es en panadería donde despunta como un condimento inigualable.
Pan papadam
Bien lo saben en Alemania, donde los granos de alcaravea se usan para decorar y dar sabor a los míticos Pretzels y también los mezclan con centeno –combinación ganadora– en unos panes morenos que bien haríamos en copiar.
Las semillas de Carum carvi –nombre científico de la planta– también se usan en la India para aderezar uno de sus panes planos, el naan, y en esa especie de obleas finísimas y crujientísimas a base de harina de garbanzo que acompañan chutneys y otras salsas: los papadum (o papadam).
Una versión más adaptada a nuestra paleta de sabores se prepara en unas sencillas crackers de alcaravea o en unos palitos de queso al horno condimentados con estos granos, que también le van de vicio a un pan de molde.
Y como no solo de pan vive el hombre, la alcaravea tiene otros usos culinarios a lo largo y ancho del planeta: como condimento del chucrut –ese repollo agrio tan típico de la cocina alemana que hasta da nombre a un género musical, el kraut rock–, como sazón de esa sopa eslava de color fucsia a base de remolacha, el borsch, o como parte de la mezcla de especias moruna por antonomasia, el ras-el-hanout, donde se combina con comino, cayena, nuez moscada y otros aromáticos.
- Elaborado por El Amasadero